sábado, septiembre 06, 2008

Cecilia Aguirre


Como las aves o los pueblos nómadas, Cecilia está acostumbrada a migrar. Cursó la primaria en Monteagudo, después hizo la secundaria en San Ignacio y recaló en Posadas para cursar su Licenciatura en Genética. Tras cinco años de práctica y uno encerrada en su estudio, culminó su tesis intitulada: “Interacciones de la fosfatasa de tirosina PTP-1B en la señalización celular”. Qué estudio más pertinente, mascullan los profanos, bajando la mirada, mientras que los doctos reconocen el esfuerzo de esta joven científica y le otorgan una beca para cursar en Buenos Aires el Doctorado en Genética. Ese es el motivo de su presencia en esta esquina de la metrópoli.

Además del cultivo de la ciencia, a Cecilia le gusta tocar el órgano (en su primera acepción, se entiende), pintar paisajes con flamencos, ir al boliche, leer novelas y “telenoveliar”. En cuestión de lecturas, también es una migrante. Luego de leer El cuaderno de Noah de Nicholas Sparks y un clásico best-seller, Papillón de Henry Charrière, ahora deambula por las páginas de El Alquimista, de Coelho. Tres posibles indicios de que el dogmatismo científico aún no la ha contaminado.

Natural de Misiones, lo que más le gusta a Cecilia de la capital es que siempre hay algo para hacer: cine, teatro, comidas, boliches y más boliches, así como diversos espectáculos. Y últimamente ha descubierto que los billares también guardan cierto encanto. Pero al mismo tiempo, la cercanía de la muchedumbre hace que en ella crezca el bicho de la soledad, de la nostalgia por los ratos en familia y las caminatas por la costanera de Posadas, acariciada por el Paraná.

Su paso por Buenos Aires está vinculado a una revelación. Desde muy niña vivió convencida de que sería médico, hasta que un día en la secundaria, durante el descanso, comenzó a desvariar. Una compañera lo atribuyó al kumis escolar, otra, a una sobredosis de mate. Pensar en drogas o alcohol resultaba un juicio temerario.

Cuando la llevaron a la enfermería, Cecilia narró su historia: había visto cadenas flotantes que iban agrupándose hasta transformarse en una hélice. Al carecer de una opinión profesional, la Coordinadora aventuró un pronóstico: "Esta chica está obsesionada con la aviación". El Rector se reservó sus comentarios, pero dictó instrucciones: "Es mejor mantenerla vigilada, por si acaso”.

Tiempo después, cuando la Coordinadora renunció a corroborar su tesis, Cecilia le contó lo sucedido a su profesor de biología, quien le aclaró que lo que ella había visto era una cadena de ADN, la clave principal del desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos. Entonces decide abandonar la idea de prolongar la vida por la de comprender su arquitectura y sus secretos.

Actualmente es la lectura que Cecilia realiza en Buenos Aires, y parece estar dispuesta a dedicarle mucho tiempo. Digamos, una vida.

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