Natural de San Salvador, en la provincia de Jujuy, Carolina es la segunda hija de tres hermanos y heredera de una tradición de baile y expresión corporal. Se lo debe a la pasión de su mamá por la danza, interrumpida con el primer embarazo, y a una dificultad psicomotora para permanecer quieta. Necesita de ir y venir, bajar y subir; girar, bailar, zangolotear. Incluso cuando parece estar inmóvil, calma, en su rostro se siguen dibujando muecas.
Por momentos, el impulso que la acompaña se vuelca en la escritura, aunque dice que no sabe. Que entre tanta sociología y filosofía que le enseñaron en el colegio Blaise Pascal, se olvidaron de cultivarle el oficio de la escritura. ¡Qué truchos!
Pero como millones de mortales tiene la sana y oscura costumbre de registrar los sucesos de su vida en un diario. Pero desde ya anunciamos una larga y difícil negociación por entregar al público dichas páginas, pues sólo consiente una publicación póstuma.
Al no estar aún inscrita en ningún instituto, universidad, o corporación, Caro ha decidido convertirse en autodidacta. Aprende por su cuenta historia de la danza, escritura de los pasos, fonética y vocabulario. En esto último puede resultar en ocasiones obsesiva: aún sigue extrayendo ácidas gotas de la palabra “pérfido”.
- ¡Pérfido escritor!
Para Caro, Buenos Aires ha resultado ser un territorio vasto e ignoto (“¡Pará: dos nuevas palabras para mi vocabulario!”). Los dos lugares que más le agradan, de lo hasta ahora conocido, son la Plaza del Planetario y la Esquina Porteña. Ésta última por su arquitectura humana.
Asimismo, en este lugar le nació el amor por la culinaria y comenzó a cocinar algunos platillos aprendidos en casa: pizza, empanadas, tartas confeccionadas con el superávit de la alacena, y cuando Dios se acordaba de esta esquina, milanesas. Hasta que se pudrió de esperar el nombramiento de un asistente. O de un aprendiz a quién transmitir su saber.
Su residencia en Buenos Aires tiene que ver con un deseo tiempo atrás codiciado: escribir una versión propia de su vida sin que la familia espíe por encima de su hombro. Y porque en San Salvador de Jujuy, a 1.650 Km. de Buenos Aires, las pocas estrellas que brillan son las que se aprecian desde las elevadas montañas que dominan el valle. Lucen inalcanzables.
Por momentos, el impulso que la acompaña se vuelca en la escritura, aunque dice que no sabe. Que entre tanta sociología y filosofía que le enseñaron en el colegio Blaise Pascal, se olvidaron de cultivarle el oficio de la escritura. ¡Qué truchos!
Pero como millones de mortales tiene la sana y oscura costumbre de registrar los sucesos de su vida en un diario. Pero desde ya anunciamos una larga y difícil negociación por entregar al público dichas páginas, pues sólo consiente una publicación póstuma.
Al no estar aún inscrita en ningún instituto, universidad, o corporación, Caro ha decidido convertirse en autodidacta. Aprende por su cuenta historia de la danza, escritura de los pasos, fonética y vocabulario. En esto último puede resultar en ocasiones obsesiva: aún sigue extrayendo ácidas gotas de la palabra “pérfido”.
- ¡Pérfido escritor!
Para Caro, Buenos Aires ha resultado ser un territorio vasto e ignoto (“¡Pará: dos nuevas palabras para mi vocabulario!”). Los dos lugares que más le agradan, de lo hasta ahora conocido, son la Plaza del Planetario y la Esquina Porteña. Ésta última por su arquitectura humana.
Asimismo, en este lugar le nació el amor por la culinaria y comenzó a cocinar algunos platillos aprendidos en casa: pizza, empanadas, tartas confeccionadas con el superávit de la alacena, y cuando Dios se acordaba de esta esquina, milanesas. Hasta que se pudrió de esperar el nombramiento de un asistente. O de un aprendiz a quién transmitir su saber.
Su residencia en Buenos Aires tiene que ver con un deseo tiempo atrás codiciado: escribir una versión propia de su vida sin que la familia espíe por encima de su hombro. Y porque en San Salvador de Jujuy, a 1.650 Km. de Buenos Aires, las pocas estrellas que brillan son las que se aprecian desde las elevadas montañas que dominan el valle. Lucen inalcanzables.